para alcanzar Melilla: Alassane y Foudé, los niños del Gurugú

26 فبراير 2013آخر تحديث :
para alcanzar Melilla: Alassane y Foudé, los niños del Gurugú

INMIGRACIÓN | Malviven en el monte para alcanzar Melilla

Alassane y Foudé, los niños del Gurugú

Foudé, de 17 años, a la espera de poder entrar en Melilla | Reportaje fotográfico: Alfonso RamosFoudé, de 17 años, a la espera de poder entrar en Melilla | Reportaje fotográfico: Alfonso Ramos
  • Tienen 16 y 17 años; esperan en territorio marroquí para saltar la valla
  • Caminaron juntos durante tres meses desde su país natal, Guinea Conakry
  • Denuncian que les hieren los pies para dificultarles sus intentos de entrada

Andros Lozano | Nador (Marruecos)

La imponente silueta de una veintena de subsaharianos aparece al tomar una de las anguladas curvas de la angosta carretera que divide en dos el monte Gurugú. Bajo una casi imperceptible aguanieve, los hombres presentan un aspecto desmejorado, ataviados con ropas ajadas que les ha ido trayendo la gente. Muchos de ellos calzan chanclas de verano. La mayoría introduce sus pantalones entre los calcetines para combatir el frío. Sus ojos, amarillentos y llorosos, evidencian que su salud no es buena. Entre cuerpos tan negros como el ébano surgen dos chavales de rostros aniñados. Se llaman Alassane Dioubaté, de 16 años, y Foudé Sangary, de tan sólo uno más.

Como el resto del grupo, se han hecho con alguna chaqueta, jersey o pantalón que una joven pareja de Melilla les ha acercado en coche tras cruzar la frontera con la población marroquí de Beni Enzar, en la provincia de Nador. Mientras muchos beben en garrafas de agua un líquido que parece té, los dos chavales cuentan que decidieron, hace justo un año, dejar atrás a sus familias y comenzar un viaje a lo desconocido.

Juntos, partieron desde su país natal, Guinea Conakry, en busca del ‘dorado’ melillense. Fue todo un éxodo de unos 4.000 kilómetros. Tardaron tres meses en cruzar a pie un desierto del Sáhara y cinco países, Guinea Bissau, Gambia, Senegal, Mauritania y Marruecos. “Nada de autobuses o coches, todo el trayecto caminando”, dice el mayor, Foudé.

‘Desde que estamos aquí, hemos intentado cruzar hasta cuatro veces. Pero no lo hemos conseguido’

Estos dos adolescentes africanos tienen tez de niño pero valentía de adulto. Sin separarse ni un solo segundo el uno del otro desde que llegaron al Gurugú, hace ahoranueve meses, han compartido la frustración de verse a las puertas de una ciudad europea en territorio africano y no conseguir plantar los pies sobre su tierra.

Hasta el momento, el éxito les es esquivo. “Desde que estamos aquí, hemos intentado cruzar hasta cuatro veces. Pero no lo hemos conseguido”, explica Alassane, al que se le nota mucho más débil que su amigo Foudé. La mirada de este chaval, el menor de los dos, se clava en la retina del periodista. Traslada una mezcla de sinceridad y abatamiento físico.

En el grupo de Alassane y Foudé hay personas llegadas desde puntos dispares del continente africano. Los hay de Camerún, de Senegal, de Mali o de Burkina Faso, lugares donde el hambre, la corrupción y las armas forman, o han formado, parte del paisaje cotidiano. Alguno de ellos tuvo la suerte de alcanzar este endiablado bosque gracias a un autobús o a un avejentado coche, aunque son minoría.

Alassane se descalza para mostrar las heridas en sus piernas. | A. R.Alassane se descalza para mostrar las heridas en sus piernas. | A. R.

El camerunés Kamche Rustand, de 19 años, es uno de los subsaharianos del grupo se piensa que en la actualidad puede haber en el Gurugú alrededor de 700 personas venidas de toda África-. Lleva medio año en el monte, durmiendo entre peñascos y sobre ramas de árboles y cartones para cobijarse de los rigores del invierno.

El joven cuenta que en las últimas semanas los agentes de policía marroquíes les han pegado “con palos” en las piernas, los tobillos y las plantas de los pies. Lo hacen durante sus habituales redadas, que utilizan para destrozar los rudimentarios ‘campamentos’ que poco a poco han ido organizando los inmigrantes, explica José Palazón, de la Asociación Pro Derechos de la Infancia (Prodein).

Éste añade que tratan de malherirlos y así dificultarles el salto de la doble valla fronteriza que rodea Melilla. La verja mide más 6 metros de altura y tiene 12 kilómetros de extensión. Por si fuera poco impedimento, está reforzada con alambres de púas.

La denuncia de Kamche pronto es corroborada. Se sube el camal del pantalón y muestra sus tobillos, con heridas sangrantes y en carne viva. Alassane, el chaval de 16 años, también se suma a esta muestra improvisada de golpes. Sentado sobre la tierra, se retira los calcetines y enseña sus doloridos pies. Él también ha sufrido las ‘caricias’ de los gendarmes marroquíes, que en los últimos días están intensificando las redadas.

Heridas de Kamche. | A. R.Heridas de Kamche. | A. R.

Pero estos golpes, a veces, son mucho más contundentes y los reparten por todo el cuerpo. Según ha denunciado en varias ocasiones Médicos sin Frontera, los policías marroquíes propinan brutales palizas a los subsaharianos para luego trasladarlos hasta Ouijda, en la frontera con Argelia, a unos 150 kilómetros al este de Melilla. Allí se desentienden de ellos. Algunos, los que aún guardan fuerzas y esperanzas, retornan a la frontera una vez logran recuperarse.

Comienza a caer la noche en el Gurugú y los inmigrantes, antes de irse, cuentan que en la zona más boscosa del monte, alejada de la carretera, se resguarda Marie, unamujer camerunesa. Junto a ella están sus tres hijos. Un cuarto espera en su vientre. Recomiendan no ir a verla. Aseguran que los agentes del régimen alauí le pegarían más tarde si la ven hablar con un blanco occidental.

La madre espera cruzar a Melilla en patera. Con sus niños y en estado de gestación, pasar la verja cargando a los pequeños es una quimera. Si quiere llegar a la ciudad autónoma española “deberá pagar entre 2.000 y 3.000 euros a las mafias” que merodean la zona, explica Palazón. A cambio del pago de este dinero, subirán a ella y a sus hijos a una embarcación para jugarse la vida una madrugada cualquiera.

Cruzaron a pie el desierto de Sáhara y cinco países

Allasane, Foudé, Kamche o Marie no pierden la esperanza de un futuro distinto al presente que dejaron atrás. Intentarán alcanzar Melilla aun poniendo en riesgo su propio pellejo. Lo hacen porque la desesperación les domina, como le sucedía al camerunés que este jueves, en la oscuridad de la noche, perdió la vida tras caer desde una altura de 40 metros “empujado” por los agentes marroquíes, según denunciaron otros subsaharianos del Gurugú que también trataron, en vano, saltar la verja.

Para conseguirlo, algunos tiran de ingenio. Un policía español que trabaja en la frontera explica que muchos inmigrantes, “desesperados”, saltan “sin camiseta” para evitar ser interceptados en la ‘zona de nadie’ de la frontera. “Llegan a abalanzarse sobre nosotros, e incluso nos muerden”, asegura el agente. Cualquier cosa por un mundo mejor, deben de pensar ellos.

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